Eternauta Borgeano

Obra plástica de la artista Maggie Taylor

Por la música que acompaña nuestros días
los conciertos matutinos y los fraseos amados.
Por la felicidad y el vértigo de la memoria.
Por el clarinete y las llaves que están abriendo los nuevos portales.
Por el fulgor de una casa que es una montaña, un libro,
un laberinto.
Por la doble rendija y el electrón que es una onda de posibilidades.

Por el grosellero, los tomates sin pesticida, el romero,
las naranjas que debemos tributar a las vacas.
Por las cuatro y cuarenta y cinco que anuncia el tiempo de la recolección.
Por la novela que iniciaste en el 963 de una ciudad cuyo nombre nos delata, 
y nos duele en todo el cuerpo.
Por los versos que sabemos de memoria y que nos explican cualquier tarde,
cómo va el mundo.
Por los anaqueles de una dietética en Carlos Calvo.
Por el invierno que colmaron las aceitunas verdes, el arroz Yamaní,
los trozos de hongo de pino chileno, el pan del pueblo por kilos,
el té rojo, los corazones de alcauciles, la popeyina deshidratada,
tu fernet y tu Dama Juana.

Porque aprendimos que solo es verdad lo que ocurre
cada trescientas noches.
Por los días tras una brújula con un sur magnético.
Por ser el único hombre en la tierra que escuchó a Xul Solar
hablando en Panlengua con Borges.
(Por inventar que la verdadera ella, también los había escuchado 
y; desde una habitación en Montserrat, lloraba transcribiendo verbos sagrados )

Por la conspiración, el continuum.
Por tus rituales, por los signos, las monedas, el as de oros,
el 10 de espadas, que siempre sabes ver
en una calle de cualquier ciudad del mundo.
Por la metáfora holográfica y la obediencia retiniana.
Porque sabes regresar a los sueños para terminar una jornada épica
que puede ser futurible.
Por tus benditas partituras, tus carros voladores, el lavamanos paleolítico del futuro, 
tu concierto para clarinete, la planta que germina cerca al maizal.

Por esa desaforada búsqueda que nos cifra números de puerta, periplos y geometrías
con las que triangulamos los espacios en blanco, o en negro.
Por un palo de rosa que es un clarinete, enlazador de mundos.
Por Wagner, por los cuadernos cifrados de Ramanujan y por el doble estaccato. 
Por las magnitudes infinitesimales que aluden a la divinidad.
Por la divinidad que siempre fue cuántica.
Por el piano en el palacio Anchorena donde tocaste, y donde se escuchó 
por vez primera Adios Nonino.
Por el otro piano el del otro Alejandro; Solari; 
cuya partitura te vi transcribir como recibiendo algún legado místico.
Porque la memoria nos fue dada en Chile con Tacuarí.
Porque ya sé que en alguna bifurcación eres el heresiarca que ideó el sofisma 
de las nueve monedas de cobre.
Por las últimas partituras en el piano del amado inmortal.
Por Tesla y el mundo sustraído;  por Bach, el universo prodigado. 
Por tus enunciaciones abruptas en las que hay siempre una matiz ético.
Porque que sabes que Ésta lotería es intensificada por el azar 
en cada etapa del veleidoso sorteo.
Porque no en vano el eternauta condesciende el segundo día del undécimo mes.


Alejandro Díaz-Lamprea
De la Verdadera Ella, para el Eternauta Borgeano.


Ana María Rivera Salazar ©



[Octavo prototipo]
En Estancia Artística
“Pabellón de la Límpida Soledad
tras el rastro de Ts'ui Pên.
Diseñando objetos ideales 
y esencialmente destinados 
a las necesidades poéticas"




Reserva Forestal Ambeima
Villa Restrepo, noviembre de 2016.


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