Mi Zahir




El siguiente más que un poema, o concupiscencia lírica, quiere responder  -¿Con desmesura?-, a una pregunta recurrente, de mis amigos, sobre la memoria, a la hora de aprender los versos de Jorge Luis Borges.

La memoria, aquella "que el hombre no mira sin vértigo". Y me refiero aquí  al legado milenario de rapsodas y juglares, que cantaron y contaron los poemas de otros, con la generosidad del lector que, como decía Pedro Henríquez Ureña, de esa estirpe definitoria  en la  prefiguración de quijotes, representada en el personaje de Sancho Panza, "humildes entusiastas de lo que apenas comprenden pero adivinan magno".


Ese lector, sin demérito alguno, sin defecto,  al celebrar  las metáforas de los  poetas amados, en búsqueda quizá ,de  una cifrada  sintaxis, las aprende de memoria; sin sospechar que en una suerte de astucia universal -(Habiéndosele concedido ese acto mnemotécnico), comiencen a desdibujarse con inquebrantable rigor , las  formas  de su mundo, a la manera de Hermann Soergel y  Daniel Thorpe, recibiendo en su momento, y en voz alta, la Memoria de Shakespeare, la memoria de Borges.



Mi Zahir



Por recordar de memoria
Una línea de Dante, Pessoa, Borges, Vallejo
debió olvidar  los otros nombres propios
los de la página doméstica.

Fragmentó  el dibujo de las formas que se  imponen
a los hombres entre las dos albas.
Hizo perdidizas las otras líneas de expresión:
comisuras, sienes, párpados.

Las oraciones del catecismo solo nombraron el santo.
Las tablas de multiplicar el universo - cuya suma y rigor
aprendiera como los versos de un precursor
del romanticismo dieciochesco,
son los treinta y cuatro tercetos del infierno de la comedia.

Los números de puerta le son inmemoriales
pero entreabren un canto del poema griego
parte del segundo libro del Quijote -sin prólogos y fe de erratas-
y ese ”quedarse plantado en este verso”
del peruano amado.

Todos los hombres vistos de frente o de perfil
a las dos o dos y quince son el mismo.
Si reclamara su entre línea, su diferencia
jamás hubiera dicho
Borges de memoria, durante seis y una noches.


Ana María Rivera

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